Alguna vez te has sentido como si estuvieras "al final de tu cuerda y apenas aguantando "?

Buenos días, feliz miércoles y muchas bendiciones.

Cuando estaba reflexionando sobre el evangelio de hoy (Mateo 15: 21-28), me vinieron a la mente dos temas: ¡Aprender de las personas extrañas en medio de nosotr@s y tener una fe que no se rendirá!

Este pasaje del Evangelio de Mateo es muy, muy incómodo. Si no nos resulta incómodo, nos hemos perdido el punto. Y debería ser incómodo para nosotr@s por dos razones: En primer lugar, nos enfrentamos a un Jesús que no es muy simpático: un Jesús que ignora a una mujer que sufre, un Jesús que habla sobre una mujer en términos despectivos, un Jesús que parece adoptar una actitud racista en sus tratos con esta situación. Esta no es una buena representación de Jesús, ¿verdad? Preferiríamos tener un Jesús que sea acogedor, cálido y amoroso; un Jesús listo para mostrar compasión y misericordia en un abrir y cerrar de ojos. Pero estaríamos torciendo el texto considerablemente para retratar a Jesús así.

En segundo lugar, nos enfrentamos a un grupo de discípul@s que muestran una clara falta de compasión; discípul@s que son racistas, discípul@s que piensan que son mejores que l@s demás, discípul@s que están molest@s por la presencia de otras personas fuera de su grupo. Queremos tener discípul@s sentad@s fervientemente a los pies de Jesús, aprendiendo de él y mostrando el amor de Dios a las personas necesitadas. Pero estaríamos torciendo el texto considerablemente para retratar a los discípul@s así.

Entonces, ¿quién es desafiado y estirado en esta historia? ¿La mujer? No. Es Jesús quien es desafiado. Es Jesús quien tiene su sentido de identidad y papel como el Mesías especial.

¿Quién está convirtiendo a quién en este pasaje? La verdad es que hay un sentido en el que la mujer está convirtiendo a Jesús, no al revés. Jesús está teniendo que ampliar los límites de su misión para ver como deja entrar a las personas extrañas en su proyecto; no es el caso de que la persona extraña entre en los límites preestablecidos de la misión de Jesús.

Al principio dije que este es un pasaje profundamente incómodo, y creo que es cierto. Es incómodo porque realmente no nos gusta la arrogancia de l@s discípul@s. Es incómodo porque luchamos con la respuesta de Jesús. Es incómodo porque nos enfrentamos a la realidad de que tenemos mucho que aprender de las personas "extrañas" y que, si queremos ser verdaderamente como Cristo, tenemos que abrazar a l@s "extrañ@s" no para que puedan llegar a ser como nosotr@s, sino que podamos aprender acerca de Dios de ell@s.

Jesús vio la fe de esta mujer, la elogió, le concedió su pedido y curó por completo a su hija "desde esa misma hora". La suya era una gran fe que lo llamaba "Señor" o "Maestro". Su fe la hizo venir en nombre de su hija. Contra todo pronóstico, incluso cuando parecía que estaba siendo ignorada e incluso rechazada, ¡confiaba, creía y esperaba en Jesús! Su fe tenaz seguía aferrada a la esperanza de que Él tuviera misericordia y la ayudara; ¡y él hizo!

¿Alguna vez te has sentido como si estuvieras "al final de tu cuerda, y apenas aguantando?" quizás sea una situación en el trabajo; con su salud o la de un ser querido; tal vez tu familia, o una persona cercana, esté en crisis. ¿Parece, a veces, que Dios te está ignorando, o al menos distante e inaccesible? ¡Es en momentos como estos, contra viento y marea, que Dios nos llama a confiar, creer y esperar en Jesús!

Bendiciones

Padre Luis +