El amor verdadero solo se puede dar si se recibe el amor verdadero

Buenos días, feliz miércoles y muchas bendiciones.

El evangelio de hoy (Lucas 9: 1-6) describe la misión que los doce recibieron de Jesús. Más tarde, Lucas habla de la misión de l@s setenta y dos discípul@s (Lucas 10: 1-12). Los dos evangelios se completan y revelan la misión de la Iglesia.

Jesús reunió a los doce y les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para curar enfermedades. Y los envió a proclamar el Reino de Dios y a sanar. Al llamar a los Doce, Jesús intensifica el anuncio de la Buena Nueva. El objetivo de la misión es simple y claro: recibieron el poder y la autoridad para expulsar demonios, curar enferm@s y anunciar el Reino de Dios. Así como la gente fue admirada, asombrada al ver la autoridad de Jesús sobre los espíritus inmundos y al ver Su manera de anunciar la Buena Nueva (Lucas 4: 32.36), lo mismo debería suceder con la predicación de los doce apóstoles.

Los Doce tuvieron que aprender por las malas. Tuvieron que abandonar literalmente todo por Aquel que es todo. ¿Es diferente para nosotr@s? No lo creo. Creo que Jesús quiere que lo amemos a él y a nuestr@ prójim@ incondicionalmente. Para hacerlo, todavía se requiere un enfoque radical, como San Francisco que se desnudó en público y fue seguido y amado por una multitud. ¡El desapego de los bienes terrenales solo se puede lograr si hay apego a lo que está arriba! El amor verdadero solo se puede dar si se recibe el amor verdadero. Quién soy está directamente relacionado con Quién es Él para mí. Los Doce empezaron a caminar, a predicar, a curar, a vivir la vida porque se arrodillaron, escucharon y experimentaron una vida que se vivió plenamente en Cristo Jesús.

Esta es una bella lección sobre la experiencia del ministerio. El o la ministro no debe avergonzarse ni ser reaci@ a depender del apoyo de la comunidad cristiana en el ministerio, y no se espera que tenga éxito con tod@s y en todos los lugares donde se desempeña el ministerio. Jesús les dice a sus discípulos que acepten la hospitalidad de la gente de las aldeas. También les dice, implícitamente, que no serán aceptados por todos ni en todos los lugares. Esto se indica en las palabras de Jesús que les dice a sus discípulos que, si su ministerio no es aceptado, no deben continuar allí, ni desanimarse, sino que deben continuar sacudiéndose el polvo de sus pies como testimonio contra los que rechazan el evangelio; y que se les dio el evangelio y es su propia culpa si lo rechazaron.

Hoy Jesús también nos está instruyendo. Nos invita a salir y proclamar hoy las buenas nuevas. ¿Cómo responderemos a esta invitación? Si decimos que sí, ¿cómo proclamaremos las buenas nuevas? ¿Usaremos palabras o solo nuestras acciones? Recuerde: las buenas nuevas a menudo se esconden en las pequeñas cosas de la vida. ¡Que hoy estemos abiert@s a escuchar, ver, responder y difundir las buenas nuevas de Jesús!

Bendiciones

Padre Luis +